¡QUÉ BIEN HABLASTE! (A San José)

No dijiste palabra alguna,

pero tus obras te delataron.

Tuviste espléndida esposa,

más, como hombre de fe,

la quisiste dejar para Dios.


En el horizonte de tu vida,

con singular belleza

con nítida luz

irradió la estrella de María;

pero, también la humildad de tu candil,

iluminó con el aceite de la sencillez

con el destello de tu obediencia

con el fuego de tu pobreza

con la llama de la verdad.


Sí, José; ¡QUE BIEN HABLASTE!


Te escuchó el cielo,

y a partir de ese momento,

Dios comenzó a escribir tranquilo:

el amor se hacia hombre en María

el amor era custodiado por tu mano

el amor era educado por tu inteligencia

el amor era trabajado,

a golpe de cincel y martillo,

en el banco de tu ser carpintero.


Sí, José; ¡QUE BIEN HABLASTE!


Nunca, un ángel,

llevó tan grata respuesta al cielo:

José cree y calla

José espera y duerme

José se fía y camina

José obedece y despierta


Nunca, un ángel de las alturas,

en un intento de descender sosiego,

recibió en respuesta

tu serenidad y tu paz como consuelo.


Tomaste a María como esposa

Recibiste a Jesús como hijo

Fuiste hombre de pocas palabras

pero tus obras hablaron.

P. Javier Leoz


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