La misión de Villa Amelia ha sido hasta el final de sus días, su desvelo. Se transparenta en sus escritos, en sus propósitos y en sus súplicas, el ansia por lograr un equilibrio entre la vida comunitaria y las urgencias del apostolado en el barrio; entre el compartir tiempo y oración con las Hermanas y el correr a subsanar las necesidades materiales y espirituales de las familias pobres que le habían sido confiadas. Más de una vez le pidió a las Superioras, más bien les insistió, el establecimiento de una comunidad pequeña capaz de insertarse y convivir en medio de esa gente, pero no lo pudo ver en vida. La Hermana Josefina Cejas colaboró con ella mientras la salud se lo permitió, sobre todo en la escuela, pero la comunidad quedó en su deseo. Solamente después de su partida a la casa del Padre, y seguramente por su sueño hecho intercesión ya en presencia de Dios, se estableció en el barrio una pequeña comunidad, justamente allí, en el lugar y entre las personas por las que Virginia h